3 de marzo de 2024

MEMORABILIA GGM 932

El Espectador

Bogotá - Colombia

3 de marzo de 2024

 

El Magazín Cultural

 

La historia detrás de

“En agosto nos vemos”,

la última novela de

García Márquez

La noticia literaria del año es el lanzamiento, el próximo miércoles, de la novela que el Premio Nobel de Literatura colombiano dejó en borradores. Homenajes al músico Bach y al escritor Faulkner, dos de las claves de la obra.

 

Por Nelson Fredy Padilla

 


Una de las últimas fotos del escritor Gabriel García Márquez (1927-2014), luego de una cena el viernes 26 de julio de 2013, en Cartagena. A la derecha la portada de "En agosto nos vemos", que sale al mercado con el sello editorial Random House. Foto: EFE y Penguin

El miércoles 6 de marzo de 2024, día del natalicio 97 de Gabriel García Márquez (1927-2014), será recordado como la fecha en que se presentó a nivel mundial En agosto nos vemos, la novela que no quiso publicar en vida el escritor colombiano a pesar de tener diez borradores.

Quienes tuvimos el honor de conocer y trabajar con el Premio Nobel de Literatura colombiano en la revista Cambio supimos de esa obra porque, a finales de los años 90, nos contó que estaba frente a tres proyectos literarios: Memoria de mis putas tristes, novela corta que cuenta la historia de un anciano que se enamora de una adolescente virgen; sus memorias Vivir para contarla y En agosto nos vemos. Esto mientras oficiaba como asesor editorial de Cambio hasta 1998 y luego como propietario desde 1999, año en el que leyó por primera vez un capítulo de En agosto nos vemos en la Casa de América de Madrid. Luego publicó otro avance en la revista Cambio, pero su autobiografía pasó a ser la prioridad porque recién se había recuperado de una operación de pulmón y cada vez era más consciente de que, por más que luchaba contra la herencia genética, el alzhéimer amenazaba los recuerdos de su vida, como ya lo había admitido a finales de 1996, cuando leyó el primer capítulo de las memorias en la Universidad de Guadalajara.

En el 2000 superó varias sesiones de quimioterapia contra un cáncer linfático y a finales de ese año supimos que había terminado el primer tomo de las memorias en 1.200 cuartillas. Llegó a comentar que serían tres volúmenes: como se sabe, el primero reconstruye sus años como periodista de El Espectador, el segundo abarcaría su vida como escritor hasta el boom de Cien años de soledad y el tercero sería su vida cercana al poder: “Recuerdos de mis relaciones personales con seis o siete presidentes de distintos países”, dijo para Cambio. En la lista tentativa estaban Fidel Castro, Omar Torrijos, Felipe González, Bill Clinton y Belisario Betancur.

Se supone que había empezado a escribir el segundo en enero de 2001, luego de “revisar a fondo” el primero, pues la única versión de Vivir para contarla salió ala venta el 9 de junio de 2002, fecha de la muerte de su amnésica madre, paradójicamente “el mismo día y casi la misma hora en que puse el punto final de estas memorias”.

Los efectos de la quimioterapia agravaron sus problemas de memoria, según me confirmó entonces su hermano Jaime García Márquez: “Estamos marcados por la demencia senil”. Dejó sus obligaciones de director, jefe de redacción (lo era en la práctica), cronista y columnista de Cambio y se concentró en recuperar su salud para terminar los citados proyectos. No hay que olvidar que, a pesar de sus afugias, García Márquez también le puso punto final a Memoria de mis putas tristes, novela corta publicada en 2004.

Los apuntes para los dos tomos restantes de sus memorias junto a las versiones de En agosto nos vemos, unos impresos y mecanografiados, otros grabados en nueve disquetes y algunos fechados en Los Ángeles (Estados Unidos), donde hizo el tratamiento contra el cáncer, quedaron engavetados en el archivo personal que custodiaba su esposa Mercedes Barcha (1932-2020) en su casa en Ciudad de México y que en 2015 fue vendido al Harry Ransom Center de la Universidad de Texas, en Austin. Allí han sido estudiados casi diez años por expertos, incluido el amigo y último editor personal del escritor colombiano, el español Cristóbal Pera, doctor en Literatura de esa universidad y editor de Penguin Random House en México, en cuyo concepto se apoyaron los hijos de García Márquez, Rodrigo y Gonzalo, para autorizar la publicación a ese poderoso grupo editorial.

Al revisar el archivo es evidente, por las fechas y correcciones sobre hojas mecanografiadas, que el autor trabajó intensamente en las versiones entre 2002 y 2004 hasta una “versión final” que envió a Carmen Balcells (1930-2015), su agente literaria en Barcelona, en julio de ese año para saber su concepto. Después, se registran archivos electrónicos hasta 2008.


Casi diez años después de su muerte, la vida y obra de Gabriel García Márquez siguen siendo epicentro de encuentros culturales. Aquí el museo construido en su memoria donde el escritor nació en el municipio de Aracataca, departamento del Magdalena.  Foto: Óscar Pérez

El Harry Ransom Center advierte durante la consulta: “Estos textos, con gran cantidad de anotaciones, se encontraban originalmente en carpetas con ganchos de sujeción, y contenían secciones de las páginas dobladas y en algunos casos sujetados con clips. Para capturar el estado original de los textos, se tomaron imágenes de las secciones con las páginas dobladas. Las imágenes digitalizadas se imprimieron y fueron intercaladas con el texto para mostrar su estado original. Las páginas fueron desplegadas, se eliminaron los clips y las páginas se colocaron en sobres de papel dentro de las carpetas para mantener los grupos originales juntos. No se permiten fotografías o fotocopias de estos materiales inéditos. El acceso a este documento está restringido hasta su publicación”.

De ahí surgió la edición de 150 páginas y cinco capítulos que los lectores podrán disfrutar desde este 6 de marzo, que incluye imágenes de los documentos originales y una explicación del editor Pera sobre el citado proceso de conservación y sobre la versión final que “se estructuró respetando cada palabra escrita por García Márquez”, según una fuente de la editorial.

Homenaje a Bach y Faulkner

Hay otros dos factores desconocidos detrás de En agosto nos vemos: uno era el deseo de García Márquez de hacerle un homenaje al compositor alemán Johann Sebastian Bach, uno de los clásicos de la música que prefirió toda la vida.

La protagonista de la novela se llama Anna Magdalena Bach, la mujer que cada agosto viaja a la isla donde está sepultada su madre, mientras va contando su vida sentimental. Ese es el mismo nombre de la segunda esposa de Bach, una recordada soprano alemana que también pasó a la historia por el Pequeño libro de Anna Magdalena Bach, dos cuadernos manuscritos sobre música que le dedicó Bach entre 1722 y 1725. García Márquez dijo que la Suite n.° 1 para cello solo, pieza clásica de Bach, era el disco que se llevaría a una isla desierta.

¿Por qué escogió agosto para el título de esta novela? Su hermano y también escritor Eligio García Márquez (1947-2001) alcanzó a contar en la revista Cambio que Gabito quería rendirle homenaje a Luz de agosto, novela del escritor estadounidense William Faulkner, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1949. En su autobiografía Vivir para contarla admite que esa lectura “truculenta” iluminó la formación del Nobel de Literatura colombiano y declaró a Faulkner “el más fiel de mis demonios tutelares”.

Además, agosto y los nacidos bajo el signo Leo le marcaron la vida: su madre, Luisa Santiaga Márquez, su amiga y agente literaria de toda la vida, Carmen Balcells, y su amigo más poderoso, Fidel Castro, eran nacidos ese mes. Su hijo Rodrigo García Barcha, el cineasta que autorizó publicar En agosto nos vemos, nació en agosto y fue a principios de agosto de 1966 cuando el autor de Cien años de soledad fue con su esposa Mercedes a la oficina de correos de México a enviar a Buenos Aires la versión final de la novela que le cambió la vida y la historia de la literatura.

Agosto se convirtió en una época ideal para desarrollar el realismo mágico. En El coronel no tiene quien le escriba la fecha en la que el coronel es incluido en el escalafón militar es el 12 de agosto de 1949. En Cien años de soledad Arcadio “pensaba en su hija de ocho meses, que aún no tenía nombre, y en el que iba a nacer en agosto”. Y “una tarde de agosto, agobiada por el peso insoportable de su propia obstinación, Amaranta se encerró en el dormitorio a llorar su soledad hasta la muerte”.

En El otoño del patriarca: “José Ignacio Sáenz de la Barra en traje de etiqueta que venía a recordarle que era una noche histórica, 12 de agosto, general, la fecha inmensa en que estábamos celebrando el primer centenario de su ascenso al poder”. Desde su novela La mala hora (1962) hasta la última la oscuridad, el brillo, la luminosidad, las siestas, los espantos o los sopores de agosto fueron la atmósfera escogida.

En sus cuentos abundan “remotas” o “tormentosas” tardes de ese mes, “el metálico sol de agosto”, “soñolientos domingos de agosto” y “hasta Dios se va de vacaciones en agosto”. En columnas y notas de prensa se puede hacer la misma búsqueda, empezando en La Jirafa que publicaba en El Heraldo (1951): “Yo estaba viviendo un poco de ese agosto nublado y triste que se me había sedimentado en el hígado”.

Con estas claves, podremos descifrar En agosto nos vemos, una oportunidad única de asistir como lectores al último taller de escritura de Gabriel García Márquez, a punto de cumplirse una década de su muerte, el próximo 17 de abril.

Me sumo a la invitación de los hijos del maestro, Rodrigo y Gonzalo, que presentarán el libro el martes 5 de marzo a las 10 a. m. en una rueda de prensa virtual: “Fue el fruto de un último esfuerzo por seguir creando contra viento y marea. Leyéndolo una vez más, a casi diez años de su muerte, descubrimos que el texto tenía muchísimos y muy disfrutables méritos y nada que impida gozar de lo más sobresaliente de la obra de Gabo: su capacidad de invención, la poesía del lenguaje, la narrativa cautivadora, su entendimiento del ser humano y su cariño por sus vivencias y sus desventuras, sobre todo en el amor, posiblemente el tema principal de toda su obra”.

 Nelson Fredy  Padilla

Periodista desde 1989, magíster en escrituras creativas, autor de cinco libros, catedrático de periodismo y literatura desde 1995, y profesor de la maestría de escrituras creativas de la Universidad Nacional, del Instituto de Prensa de la SIP y de la Escuela Global de Dejusticia.@NelsonFredyPadi  npadilla@elespectador.com

 

Quien realmente dio los pasos necesarios para que esta novela fuera conocida por el público, fue Gustavo Arango, autor del libro Un ramo de nomeolvides. En este libro recopiló los primeros trabajos periodísticos de Gabo en El Universal de Cartagena de Indias. La lectura que hizo Arango de En agosto nos vemos en el Harry Ransom Center de la Universidad de Texas, lo animó a hacerles ver a los hijos de Gabo los méritos literarios del manuscrito y eso impulsó que la Agencia Literaria Carmen Balcells expresara su conformidad para que Random House Mondadori –signatarios del contrato de exclusividad para la publicación de la obra de Gabo–, editara el libro que esta semana estará en manos de los millones de lectores del Premio Nobel. (N. del E.)

 

 

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REVISTA LENGUA

 

Así empieza «En agosto nos vemos», 

la novela inédita de Gabriel García Márquez

Este 6 de marzo de 2024, el día en el que Gabriel García Márquez cumpliría 97 años, los amantes de la lectura disfrutaremos juntos de un hecho literario histórico: el lanzamiento de «En agosto nos vemos» … ¡su novela inédita! Para ir abriendo boca, LENGUA tiene el placer de publicar a continuación (¡en exclusiva mundial!) las primeras páginas del nuevo libro del premio Nobel colombiano, un título editado por Random House.

 

Por Gabriel García Márquez

Volvió a la isla el viernes 16 de agosto en el transbordador de las tres de la tarde. Llevaba pantalones vaqueros, camisa de cuadros escoceses, zapatos sencillos de tacón bajo y sin medias, una sombrilla de raso, su bolso de mano y como único equipaje un maletín de playa. En la fila de taxis del muelle fue directa a un modelo viejo carcomido por el salitre. El chofer la recibió con un saludo de amigo y la llevó dando tumbos a través del pueblo indigente, con casas de bahareque, techos de palma amarga y calles de arena ardiente frente a un mar en llamas. Tuvo que hacer cabriolas para sortear los cerdos impávidos y a los niños desnudos que lo burlaban con pases de torero. Al final del pueblo se enfiló por una avenida de palmeras reales donde estaban las playas y los hoteles de turismo, entre el mar abierto y una laguna interior poblada de garzas azules. Por fin se detuvo en el hotel más viejo y desmerecido.

El conserje la esperaba con la ficha de inscripción lista para firmar y las llaves de la única habitación del segundo piso que daba a la laguna. Subió las escaleras con cuatro zancadas y entró en el cuarto pobre con un olor de insecticida reciente y casi ocupado por completo con la enorme cama matrimonial. Sacó del maletín un neceser de cabritilla y un libro intonso que puso en la mesa de noche con una página marcada por el cortapapeles de marfil. Sacó una camisola de dormir de seda rosada y la puso debajo de la almohada. Sacó también una pañoleta de seda con estampados de pájaros ecuatoriales, una camisa blanca de manga corta y unos zapatos de tenis muy usados, y los llevó al baño.


 En agosto nos vemos

Gabriel García Márquez

Antes de arreglarse se quitó el anillo de casada y el reloj de hombre que usaba en el brazo derecho, los puso en la repisa del tocador y se hizo abluciones rápidas en la cara para lavarse el polvo del viaje y espantar el sueño de la siesta. Cuando acabó de secarse sopesó en el espejo sus senos redondos y altivos a pesar de sus dos partos. Se estiró las mejillas hacia atrás con los cantos de las manos para acordarse de cómo había sido joven. Pasó por alto las arrugas del cuello, que ya no tenían remedio, y se revisó los dientes perfectos y recién cepillados después del almuerzo en el transbordador. Se frotó con el pomo de desodorante las axilas bien afeitadas y se puso la camisa de algodón fresco con las iniciales AMB bordadas en el bolsillo. Se cepilló el cabello indio, largo hasta los hombros, y se amarró la cola de caballo con la pañoleta de pájaros. Para terminar, se suavizó los labios con lápiz labial de vaselina simple, se humedeció los índices en la lengua para alisarse las cejas encontradas, se dio un toque de Maderas de Oriente detrás de cada oreja, y se enfrentó por fin al espejo con su rostro de madre otoñal. La piel sin un rastro de cosméticos tenía el color y la textura de la melaza, y los ojos de topacio eran hermosos con sus oscuros párpados portugueses. Se trituró a fondo, se juzgó sin piedad, y se encontró casi tan bien como se sentía. Sólo cuando se puso el anillo y el reloj se dio cuenta de su retraso: faltaban seis para las cuatro, pero se concedió un minuto de nostalgia para contemplar las garzas que planeaban inmóviles en el sopor ardiente de la laguna.

El taxi la esperaba bajo los platanales del portal. Arrancó sin esperar órdenes por la avenida de palmeras hasta un claro de los hoteles donde estaba el mercado popular al aire libre, y se detuvo en un puesto de flores. Una negra grande que dormitaba en una silla de playa despertó sobresaltada por la bocina, reconoció a la mujer en el asiento posterior del automóvil, y le dio entre risas y chácharas el ramo de gladiolos que había encargado para ella. Unas cuadras más adelante el taxi torció por un sendero apenas transitable que subía por una cornisa de piedras afiladas. A través del aire cristalizado por el calor se veía el Caribe abierto, los yates de placer alineados en la dársena del turismo, el transbordador de las cuatro que regresaba a la ciudad. En la cumbre de la colina estaba el cementerio más pobre. Empujó sin esfuerzo el portón oxidado y entró con el ramo de flores en el sendero de túmulos ahogados por la maleza. En el centro había una ceiba de grandes ramas que la orientó para identificar la tumba de su madre. Las piedras afiladas hacían daño aun a través de las suelas de caucho recalentado, y el sol áspero se filtraba por el raso de la sombrilla. Una iguana surgió de los matorrales, se detuvo en seco frente a ella, la miró un instante y escapó en estampida.

Se puso un guante de jardín que llevaba en el bolso, y había tenido que limpiar tres lápidas cuando reconoció la de mármol amarillento con el nombre de la madre y la fecha de su muerte, ocho años antes.

Había repetido aquel viaje cada 16 de agosto a la misma hora, con el mismo taxi y la misma florista, bajo el sol de fuego del mismo cementerio indigente, para poner un ramo de gladiolos frescos en la tumba de su madre. A partir de ese momento no tenía nada que hacer hasta las nueve de la mañana del día siguiente, cuando salía el primer transbordador de regreso.

Se llamaba Ana Magdalena Bach, había cumplido cuarenta y seis años de nacida y veintisiete de un matrimonio bien avenido con un hombre que amaba y que la amaba, y con el cual se casó sin terminar la carrera de Artes y Letras, todavía virgen y sin noviazgos anteriores. Su madre había sido una célebre maestra de primaria montessoriana que, a pesar de sus méritos, no quiso ser nada más hasta su último aliento. Ana Magdalena heredó de ella el esplendor de los ojos dorados, la virtud de las pocas palabras y la inteligencia para manejar el temple de su carácter. Era una familia de músicos. Su padre había sido maestro de piano y director del Conservatorio Provincial durante cuarenta años. Su marido, también hijo de músicos y director de orquesta, sustituyó a su maestro. Tenían un hijo ejemplar que era el primer chelo de la Orquesta Sinfónica Nacional a los veintidós años, y había sido aplaudido por Mstislav Leopóldovich Rostropóvich en una sesión privada. En cambio, la hija de dieciocho años tenía una facilidad casi genial para aprender de oído cualquier instrumento, pero sólo le gustaba como pretexto para no dormir en casa. Estaba de amores alegres con un excelente trompetista de jazz, pero quería profesar en la orden de las Carmelitas Descalzas contra el parecer de sus padres.

La voluntad de ser enterrada en la isla la había expresado su madre tres días antes de morir.

 

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13 de octubre de 2023

MEMORABILIA GGM 931

EL PAIS

Revista Tinta Libre

Madrid - España

1º de octubre de 2023

 

Gabriel García Márquez

 

 

De izquierda a derecha, el periodista Mauricio Vicent, Jon Intxaustegi y Gabo
 durante la entrevista en La Habana, diciembre de 1994

 

“MACONDO NO ES UN

LUGAR GEOGRÁFICO, MACONDO

ES UN ESTADO DE ÁNIMO”

 

Tenía 67 años y acababa de descubrir parte de sus raíces más hondas. La siguiente conversación inédita con Gabriel García Márquez fue registrada por la cámara del documentalista Jon Intxaustegi, el 6 de mayo de 1994 en La Habana. También participó el periodista Mauricio Vicent, recientemente desaparecido. El premio Nobel de 1982 aborda sin reservas su vivencia de la música, el Caribe, el dinero, el amor, sus libros y sus ideas: un García Márquez secreto y abrumador.

 

Por Jon Intxaustegi

 

Gabriel García Márquez: Lo han tomado como mal chiste o buen chiste, es verdad, pero yo creo que Cien años de soledad es un vallenato de 450 páginas y lo digo con absoluta seriedad. La estética es la misma, el concepto es el mismo, el recurso es el mismo, historias que andan por ahí y que se pierden, se pierden en el olvido popular. Cien años de soledad es un vallenato de 450 páginas y El amor en los tiempos del cólera es un bolero de 380 páginas y lo digo con toda seriedad.

Cuando nadie sabía qué eran los cantos vallenatos, recuerdo que de muy niño iba a oír a los acordeoneros, que llegaban durante las fiestas, porque el origen de la música vallenata es esa, es juglaresca: eran unos músicos viajeros que iban de pueblo en pueblo contando un acontecimiento que había ocurrido en alguna parte, eran periódicos ambulantes y se acompañaban con acordeones. A mí, al principio, lo que más me interesaba era el cuento que contaban, no tanto la música. Pero después siempre se me quedó vinculada la historia, los hechos y prácticamente la vida de la región a una música. Tengo la impresión de que de todos mis libros el que mejor sintetiza el Caribe es Del amor y otros demonios. En El amor en los tiempos del cólera la ciudad no tiene la autenticidad caribe tan acentuada, tan asombrada como la tiene en Del amor y otros demonios y, en realidad, si en algún libro mío puede verse hasta qué punto de verdad los caribes somos una mezcla de muchas razas a partir de la cual ha surgido de verdad una nueva cultura, es en este libro.

El Caribe cultural

JON: A pesar de que se sitúa en Cartagena, yo lo veo muy cubano, con vivencias y formas de vida que aún perduran.

GGM: En ninguna parte el libro dice que la ciudad es Cartagena y eso no es puramente casual. Me interesa esa incertidumbre para que quede claro que donde ocurre el libro es en cualquier ciudad del Caribe. Jamás había yo tratado el ingrediente africano de la cultura caribe tan cerca como en este libro. En Cartagena, por las condiciones especiales de la etapa colonial y por las condiciones muy especiales del colonialismo español, esas culturas no prendieron ni se conservaron como en Cuba. Toda la información que hay ahí no la hubiera podido obtener en Cartagena y probablemente en ninguna otra ciudad del Caribe.

Es un tema que yo traigo y al que nadie quiere hacerle caso, pero el Caribe no es un área geográfica sino cultural: no abarca solamente el mar Caribe, sino que para mí empieza en el sur de los Estados Unidos, todo lo que es Luisiana y La Florida, y se extiende hasta el norte del Brasil, es decir, no es un territorio geográfico sino un territorio cultural, he tomado elementos de la cultura africana incorporada al Caribe tanto de Brasil como de Cuba y funciona como si fuera en Cartagena. Yo nací en Aracataca, que es un pueblo colombiano de tierra adentro, pero no muy adentro, caribe puro, y esa es una región no solo de Colombia, sino de todo el ámbito del Caribe cuya cultura está fundamentalmente determinada por la música. Probablemente la ciudad más caribe sea Ciudad de Panamá. Donde uno siente el Caribe es en Panamá, yo lo siento ecológicamente, lo siento en el sentido de que mi organismo empieza a sentirse en su medio ecológico en el Caribe. Me sucede muy fácilmente cuando vengo de Europa, en la primera escala que hace uno en el Caribe. Bajo, respiro, y ya soy otra persona. Yo creo que es una cosa que no se ha estudiado suficientemente, hasta qué punto el acondicionamiento ecológico de los seres humanos es fundamental en su vida. Bajo en cualquier lugar del ('aribe, y tengo la sensación de que ya llegué. Para mí es un área emocional: una Cartagena es un barrio de La Habana y La Habana es un pedazo de Veracruz y Santo Domingo y La Habana, pues es una calle. Puede empezar aquí y seguir allá, es para mí como una ciudad que se llama el Caribe. Para mí es como si fuera la misma ciudad, es que es la misma música, es la misma comida, es el mismo modo de tratarse la gente, el mismo modo de hablar. Yo y los otros notamos la diferencia de los acentos, pero el que llega difícilmente lo nota y. sobre todo, la comida. El Che Guevara decía que la nostalgia empieza por la comida, en eso tiene toda la razón.

JON: ¿La comida?

GGM: Yo me imagino que lo dijo en la sierra en el momento en que se acordaba de los asados argentinos cuando estén comiendo iguanas. la música se puede por lo menos tararear y cantar, pero la comida. Mi nostalgia de verdad es la comida, la comida del Caribe. Eso lo noté en Angola. Cuando llegué me encontré que me daban yuca, me daban ñame y el plátano verde y ese choque cultural, esa toma de conciencia cultural, tenía mucho que ver con la comida. Ahora, de todas formas, tú vienes de Cartagena, vienes aquí [La Habana], te vas a Veracruz, te vas a Santo Domingo, te vas a las Antillas inglesas, a las Antillas holandesas, a las francesas, y sigues comiendo lo mismo y sigues oyendo la misma música. El francés que hablan en la Martinica y en la Guadalupe es como el español que hablamos nosotros con respecto al francés de Francia. La dicción y la música, por supuesto, son un elemento unificador estupendo, y el tambor solitario de la noche está en todo el Caribe. Lo puedes oír en un barco en alta mar. El arte, todas las artes, deben ser la expresión de una realidad con la cual uno se identifica totalmente, si no es así, no sale, y ese es mi caso con el Caribe. Con la realidad del Caribe me identifico totalmente a todos los niveles y en todas las actividades de la vida cotidiana: la comida la música, la manera de amar, la manera de vivir, cantar, de estar, de nacer y de morir.

Hace muchos años que estoy convencido de que Faulkner y todos los grandes novelistas del sur de los EE.UU., y el jazz y toda la gran música del sur de los EE. UU., es música caribe y son novelistas caribes. La composición cultural es la misma, es la mezcla de europeos, indios y negros, con un gran predominio, por supuesto, del africano. Una experiencia que no olvido nunca fue esa visita que te decía a Angola. Llegué allí muy alegremente con un criterio puramente periodístico, tratando de ver qué estaba sucediendo ahí, cómo era todo aquello. Pero de pronto tuve un impacto terrible porque encontré que prácticamente todos los utensilios de la vida cotidiana de las casas eran los que tenía yo en mi casa de Aracataca y los que conocí en todos los pueblos, los que están en todas las casas del Caribe: estaba la totuma, que es un recipiente que se hace del calabazo, y de ahí se hacen cucharas, estaban las tinajas, el pilón donde se descascara el arroz, todos exactamente iguales estaban allí. Yo siempre pensé que eso era invención nuestra, lo tenía inconscientemente asumido y nunca me había detenido a racionalizarlo. Para mí fue una gran impresión y en ese momento tomé conciencia de que parte de mí. una parte esencial de mí, venía de ahí. No se me hace raro que todo ese sector de nuestra cultura que se desarrolla de cerca en Del amor y otros demonios venga de la impresión que me produjo esa revelación porque fue prácticamente revelación lo que tuve en Angola. Fue una especie de estremecimiento de mi identidad extraordinario, y de esto hace muy poco tiempo, no hace 20 años todavía, cuando yo me consideraba hecho y derecho. Hasta más de los 40 o casi hasta los 50. no tenía conciencia de hasta qué punto el elemento africano formaba parte de mi cultura, De pronto empecé a oír música en Angola creyendo que era música de Brasil, y era música angolana. Yo creo que soy otra persona desde entonces, había una zona de mi formación de la cual yo no era consiente.

JON: ¿Un contacto con las raíces?

GGM: Si, un hallazgo, un tropiezo, más exactamente, con las raíces.

El lugar más triste   

JON: Da la impresión de que el Caribe es un lugar para el amor, todo se basa en torno al amor, a los sentimientos, o menos su exteriorización.

GGM: Bueno, somos gente de pasiones excesivas y además tenemos una cosa: no nos da vergüenza el amor, al contrario, lo exhibimos como un trofeo. Es decir, no estamos enamorados, sino que nos vamos a morir de amor, más aún, ya nos morimos de amor y seguimos tan vivos Esto es una manera de expresarse que corresponde a nuestro modo de ser. Podría formar parte del machismo, que es producto de las sociedades matriarcales y el Caribe es un gran matriarcado.

JON: Tenemos fama de ser muy alegres y que nos expresamos en medio de grandes explosiones de alegría.

GGM: Yo creo que es la gente más triste que yo conozco. Cuando estamos en el momento frenético del canto y del baile, mírale a los ojos a un caribe y verás qué tristeza tiene en su mirada. Es música muy triste, muy nostálgica y puedes comprender el sentimiento de nostalgia. Empecemos por los blancos, los españoles: un barco, un velero de esos que llegaban sin inconveniente a las Américas, necesitaban 70, 80 días Se necesitaba un año para saber que uno era huérfano, un año para saber que su madre murió en Valladolid. Tenían conciencia de vivir un día que ya lo habían dormido en España. El sentido de la distancia y del olvido debía ser terrible aquí. Yo creo que es un tema que se ha explotado muy poco, era casi como una muerte, irse a las Indias era como una muerte. Después, piensa en los africanos: un hombre salía a cazar, lo agarraban, lo metían en la sentina de un barco donde venían hacinados, y donde moría un enorme porcentaje de ellos. Descendían acá, no conocían la lengua, no tenían la menor idea de dónde estaban, ni se lo decían, ni había quien se lo dijera, ni entendían lo que se hablaba. Vivían entre ellos mismos, pero entre ellos mismos no se entendían tampoco, había yorubas, mandingas, musulmanes. Nos parecen iguales, simplemente negros, pero eran completamente distintos los unos de los otros, y de distintas culturas. La familia que los vio salir a cazar nunca más volvió a saber de ellos. Por lo menos los españoles, los europeos, eran la raza privilegiada que tarde o temprano tenía la posibilidad de volver o de ver a su familia o de tener correspondencia con la familia. ¿A dónde escribirla una carta ese hombre que salió a cazar y que lo agarraron? Qué clase de expresión artística, poética, podría tener ese hombre que no fuera una inmensa nostalgia, un terrible dolor de no saber quién era ni dónde estaba.

MAURICIO VICENT: ¿De dónde le proviene esta tristeza a las personas de esta región, de dónde sale ese desarraigo?

GGM: Pues mira, a mí no se me haría raro que fuera de que todos venimos de gentes que llegaron de lejos: es de nostalgia, sí. la nostalgia de los europeos, la nostalgia de los africanos, nostalgia de los aborígenes nuestros, del mundo del que los sacaron Yo creo que es un sentimiento de nostalgia, de no saber todavía exactamente quiénes somos, porque estamos apenas vislumbrando nuestra ver nuestra verdadera identidad, un poco en las tinieblas, y esa búsqueda yo creo que cuesta, cuesta cara.

A los españoles, por lo menos, debemos agradecerles que se mezclaron y se quedaron, se comprometieron a fondo en la empresa y nos dejaron el idioma y otras cosas menos buenas y otras probablemente mejores también. Yo creo que el gran aporte es el idioma. Los ingleses no se mezclaron, los holandeses y los franceses un poco, pero en cambio han dejado una huella que siempre tiene algo de fantástico, de sobrenatural y de inverosímil. Los holandeses se enteraron una vez de que eran campeones mundiales de béisbol: la noticia se publicó en Holanda y no entendían cómo era eso. Resulta que el béisbol, que es el deporte del Caribe, no se practicaba más que en los EE. UU. y en el Caribe. En los EE. UU. siempre como un deporte profesional y en el Caribe como un deporte de aficionados, amateur. El campeonato mundial de béisbol se jugaba en el Caribe y en algún momento Curazao fue campeón, cuando Curazao era una colonia holandesa. No sé si tú lo conoces, pero Curazao es un pueblo que parece un pequeño barrio de Ámsterdam y las casas están construidas con los techos para que se escurra la nieve. Un día llegué a Curazao con todo cerrado porque era el día del cumpleaños do la reina, pero en una tienda les hice ver que ya la reina no estaba cumpliendo años eran más de las doce de la noche en Ámsterdam.

Una maleta do plata

JON: ¿Es verdad que con los primeros pesos que ganaste le diste un crucero por el Caribe?

GGM: Lo que sería estupendo es recoger todas las leyendas que hay sobre mí, porque a lo mejores son más interesante que mi vida.

JON: ¿No será que tú las provocas?

GGM: A ver, yo no he hecho un crucero por el Caribe, pero, cuando estaba escribiendo en Barcelona El otoño del patriarca, de pronto hubo un momento en que me di cuenta de que me había salido de mí medio ecológico y había cosas que ya no sentía. Se olvida el color del mar, se olvidan los olores, olores salvajes. De pronto me encontré que no me acordaba de cosas concretas, que me hacían falta elementos para expresar esa realidad. La emoción, los sentimientos, la consciencia de dónde era no me faltaba porque donde esté el escritor lleva su mundo, el poeta lleva su mundo y donde lo pongan, en el Polo Norte o en el Polo Sur, lo lleva dentro. Pero no recordaba bien cómo eran ciertas cusas, los olores, los sonidos, la temperatura. Es muy difícil imaginarse el calor cuando hay frío y viceversa. Me preocupé mucho porque se me bloqueó la novela; entonces la interrumpí e hice un recorrido que me llevó a Santo Domingo, desde Santo Domingo. Bajé por todo el arco del Caribe hasta Cartagena y recuperé todo lo que necesitaba, toda la gasolina que necesitaba para escribir el libro. No tomé una nota, sencillamente era cuestión de vivir, de andar en eso, recorrer todas las islas del Caribe, una por una, sin hacer absolutamente nada más que ver, simplemente, y no cuestión de un año: tres días acá o una semana allá. Cuando regresé, el libro salió como un chorro hasta el final; sencillamente, había vuelto a meterme dentro de la salsa, Pero eso es distinto a que se me olvide, es decir, no se deja nunca de ser, realmente debe ser lo que uno es no se deja de ser de donde es. Se encuentra uno con las cosas que solamente se encuentran en el Caribe, que en la Martinica las placas de las calles y las señales del tránsito son exactamente las de Francia, como es natural, porque es una colonia francesa, pero verlas incorporadas al Caribe, al olor del ron caliente de los cañaverales, es una experiencia extraordinaria. Tal vez se refieren a eso, pero fue mucho después de los primeros pesos. A ver, yo no he ganado jamás un centavo que no sea con la máquina de escribir, lo primero que me gané fue con la máquina de escribir, las primeras notas que escribí, y no me ha dado nunca ninguno que no sea con la máquina de escribir.

JON: Pero cuándo ganaste tu primer dinero gordo, por decirlo así, o sea, cuándo por primera vez tu máquina de escribir te dio estabilidad...

GGM: Fue muy lentamente, fue gota a gota. Los derechos de autor tienen una cosa que yo creo importante y es buena, y es que no son la explosión de la lotería, sino gota a gota... Eso fue en Barcelona, después de Cien años de soledad: yo llegué allí y busqué cuáles eran mis posibilidades. Conseguí un apartamentito de siete mil pesetas en ese momento. Después, cuando vi que las cosas iban mejorando, me pasé a uno de nueve mil y. de pronto, di un salto cualitativo y me metí en uno de doce mil pesetas en 1968, que escandalizó a mis amigos catalanes. "No vas a poder con eso", me decían, y yo, no. no, ya puedo estar, y me quedé ahí.

Pero más interesante que la cantidad es la impresión. Una vez, en México, estaba la cosa muy dura y mis hijos, que eran muy pequeños, querían no sé qué cosa. Hubo un momento en que les dije: miren ustedes. no se preocupen, que un día llegará a la casa un hombre con una maleta de plata. Y eso quedó así. Poco después estaba en Barcelona, en el primer apartamento, el de siete mil pesetas. Me llamaron por teléfono y me dijo el editor que me tenía una liquidación de derechos de autor de Cien años de soledad. Creo que fue la primera liquidación grande, y entonces me dijo "Ah, ¿tiene inconveniente en que se lo pague en efectivo?" Dije que no tenía ningún inconveniente: si quiere, nos vemos en tal parte mañana Y me dijo: “Oiga, tenga cuidado, que es una maleta de plata.,.”. Y entonces me acordé de lo que les había dicho a mis hijos y le dije: “Venga mañana a las tres de la tarde”, y al día siguiente a las tres de la tarde tocaron a la puerta y digo yo: "Abran”, y abrieron, y ahí estaba, una maleta china... llena de billetes, esos billetes marrones de cien pesetas. No podía ser grande la cantidad, pero para mis hijos debió ser la sensación de que ese fue el día: debían ser unos mil o mil quinientos dólares, no podían ser más.

JON: ¿Sigues esa telenovela que ibas a hacer en Colombia? GGM: No, aunque siempre estoy con el sueño de la tele novela, acuérdate que es la continuidad de la radionovela, y uno de los grandes géneros del Caribe. Félix B. Caignet fue uno de los grandes autores de radionovelas, que se hizo famoso en toda la lengua castellana inclusive en España con El derecho de nacer. Hay una frase de él que vale por un tratado de estética. Le preguntaron a qué atribuía el éxito de sus radionovelas y dijo: “Yo creo que el éxito de mis radionovelas se debe a que yo parto de la base de que la gente quiere llorar, y yo les doy el pretexto”. Ese es el principio de las telenovelas. Ahora, ¿por qué insisto yo tanto en el deseo de hacer telenovelas? Hay muchas burlas en cuanto a las telenovelas, que si son género menor, que si son comerciales... Creo que no, lo que sucede es que es un género que se identifica mucho con el sentimiento popular y es muy respetable. Lo que es malo es que los intelectuales, los grandes intelectuales, los que podrían hacer realmente las telenovelas de gran valor artístico las menosprecian porque menosprecian el medio, menosprecian la televisión y consideran que la televisión es para masas incultas y entonces dejan la telenovela a gente que la hace muy bien, pero podrían también hacerla muy bien artistas de mayor nivel. Ahora mientras las menospreciemos y consideremos que es para el vulgo, como se dice, será un género que será siempre minimizado. Yo creo que tiene un gran porvenir y siempre he tratado de hacerla. Lo que pasa es que no es fácil: pide todo un tratamiento técnico todo un sistema que hay que aprender y yo ya me he llevado mucho tiempo en escribir los míos para estar tratando de escribir otras.

Los boleros de Bach.

JON: Los psicoanalistas dicen que el tango gusta tanto a las mujeres porque es un género en que el hombre llora...

GGM: El hombre llora siempre. Afortunadamente ya paso aquel, prejuicio de que los hombres no lloran, los hombres son los que lloran, las duras son las mujeres.

JON: ¿Y en tus noches de Barcelona qué boleros escuchabas?

GGM: Escuchaba unos boleros que no eran del Caribe: era Bach, de origen igualmente popular. Al fin y al cabo, toda la música, la música culta y la música popular, tienen un mismo origen en las canciones populares. Hay una foto en la inmensa iconografía de Béla Bartok (que abarca casi toda su vida y es muy curiosa porque el tipo tiene un rostro muy expresivo) terriblemente conmovedora en la que sale él con una grabadora de esas de cilindros recogiendo aires populares de los campesinos de la Transilvania, de la tierra de Drácula. porque Béla Bartok era paisano de Drácula. Casi toda su música tiene ese origen popular, como lo tenía en Bach, como lo tienen los vallenatos y como lo tiene casi toda la literatura del Caribe. Música para mí no es solamente la clásica o solamente la música popular. Es todo lo que suena y solo después empiezo a distinguir los géneros que me gustan más y que me gustan menos. Pero no se puede decir que la música clásica no es música o que la música popular no es música o que el bolero no, pero el chachachá sí. Yo creo que todas son expresiones humanas de un gran valor porque aún las menos legítimas tienen un algo.

Pero en realidad no puedo escribir oyendo música porque en cierto momento me interesa más lo que está sonando que lo que estoy escribiendo. Me llega más la música que la literatura o debe ser que me gusta más o que se impone en mi la música más que la literatura. No la escucho mientras escribo, pero estoy siempre sumergido en ella, particularmente cuando estoy escribiendo. Cuando estaba en Barcelona, en un paréntesis después de Cien años de soledad. buscando un camino y ver por dónde seguía, escuchaba mucha música. Siempre había oído música, música culta, sobre todo, pero no la tenía organizada, la había oído así. por donde llegara. En Barcelona la ventaja era que uno podía escuchar música en todas partes, es una ciudad eminentemente musical. Escuchaba entonces sobre todo el Tercer concierto de piano de Béla Bartok, que me gusta muchísimo, y que lo oía mucho precisamente en los días que escribía El otoño del patriarca. Cuando se publicó, hubo unos expertos tanto en literatura como en música que trataron de demostrarme que de alguna manera la composición, la estructura de ese libro, se basaba en ese concierto de Béla Bartok, aunque nunca pude entender la explicación que me dieron. Habría que preguntarse qué genero de música es Del amor y otros demonios. No tengo la menor idea, pero que tenga su propia música si es probable. Lo que quise es que fuese una música sin una sola discordancia, y para que eso suceda se necesita trabajar un libro de 200 páginas durante cuatro años, todos los días, y vigilando que no haya una sola nota discordante. Probablemente haya muchas pero mi propósito ha sido que no las haya y probablemente no las hay, y curiosamente parece ser que es mi libro más caribe.

A los EE. UU. les estamos cambiando la vida.

JON: ¿Piensas que la música es la más autónoma de las Bellas Artes?

GGM: Es la más difícil de dibujar, pero todas las artes, cuando dan donde deben dar, que es en el corazón, producen exactamente el mismo efecto y envuelven exactamente en el mismo estado de ánimo. A diferencia de la música popular (es la única diferencia que yo noto), la música culta puedes oírla toda la vida y todos los días. El cuarteto de Debussy, por ejemplo, o el concierto para violín de Beethoven, los oyes con el mismo ánimo para vivir; en cambio, la música popular te satura, te embriaga y termina por empalagarte y tienes que dejar pasar mucho tiempo. Te la encuentras otra vez muchos años después, y entonces viene cargada todavía de mucha más evocación porque te recuerda la época en que la oías mucho. Estoy diciendo música culta por decir algo porque se la llama clásica, y eso no significa nada. Lo que llaman música clásica puede ser la música barroca, la música clásica propiamente dicha y la música romántica; por eso yo digo música culta, para poder incluir esas, y la popular es culta también, es culta, pero culto popular.

JON: ¿Ves la presencia de los ritmos latinos en New York como una contestación cultural, como una defensa del inmigrante hispano en Estados Unidos?

GGM: Mira, los Estados Unidos gastan enormes sumas de dinero en la penetración cultural en América Latina. Nosotros, los que nos consideramos progresistas, hacemos frecuentes protestas por la penetración cultural de los EE. UU. en América Latina y sin embargo somos nosotros los que les estamos cambiando la vida: es una penetración física, es decir, la inmigración, los éxodos latinoamericanos hacia los Estados Unidos, arrastran con ellos su cultura y todos los elementos de la cultura, Hay una invasión cultural de la América Latina que no es planificada, que no es planeada y que es de una eficacia tal que está cambiando realmente la cultura norteamericana. Les estamos cambiando el idioma, les estamos cambiando la música, les estamos cambiando el modo de vivir, de comer, les estamos cambiando la vida y yo creo, por fortuna, que la estamos cambiando para bien. Es el fenómeno cultural más importante que le está ocurriendo a los EE.UU. en este siglo y creo que va a ser determinante de la identidad y de la historia de ese país en el siglo XXI.  Se está cambiando la vida por dentro y yo creo que no hay que teorizarlo son cosas que la vida hace y que son inevitables. Estemos donde estemos los latinos, estamos cantando, estamos haciendo música y no es una forma de resistencia: es una forma de vivir o una forma de expresarse, como hablar.

El Caribe está muy cerca y es la mayor influencia cultural que tienen los EE. UU. Por muy purista que seas, no puedes evitar el interés comercial que esa música despierta y en los EE. UU. es donde va a florecer mejor la música del Caribe. Es allá donde se comercializa, y una buena comercialización no es un pecado, es un instrumento de divulgación necesario y muy importante. ¿Qué es la salsa? La salsa es la música cubana de siempre interpretada por cubanos y caribes en los EE. UU., y comercializada en los EE. UU. Nos regresa a nosotros comercializada. La salsa no tiene nada nuevo, viene de la guaracha, del son que está contando otra clase de experiencias culturales, que es la de los latinos en los EE. UU., pero es la misma tradición cultural.

El tambor del Caribe

JON: ¿Y habría un instrumento unificador en toda esa zona?

GGM: Yo creo que es el tambor. En África también, pero su incorporación al Caribe es tal que la percusión está en todo, en toda la música del Caribe Los argentinos tienen la teoría de que con el tambor se entra en trance por una causa psicoanalítica: en el útero materno dicen que los latidos del corazón los escuchas nitrados por el agua, con sonidos graves que son repetitivos y nos condicionan a las repeticiones graves de los tambores. Dios me libre, Dios me libre de esas especulaciones, pero date cuenta de una cosa: en el Caribe, tú despiertas de madrugada en cualquier lugar y siempre, casi sin excepción, se oye un tambor, un tambor solo... pa-pa-pá. Yo te diría que, si a mí me sueltan vendado en cualquier parte del mundo, yo reconozco el Caribe por ese tambor que siempre está a la hora más rara de la madrugada. ¿Dónde está ese tambor? ¿Qué es ese tambor? ¿Quién lo está tocando? Es una marca que tiene la región. Y eso puede ser en la Martinica, puede ser en Santo Domingo, puede ser en Venezuela, en Colombia, pero no lo oyes en el interior de Colombia, lo oyes en la costa del Caribe y aquí, lo oyes, tambor trasnochando. En cualquier lado de alguna manera hay un tambor que está sonando a la distancia y esa impresión se tiene toda la noche, no hay un silencio total, siempre hay un tambor, y solamente sucede en el Caribe.

JON: También otros ritmos caribeños conquistaron Europa en otros tiempos, como el mambo, el chachachá, el bolero.

GGM: ¿Cómo conquistó el mambo Europa? Por La dolce vita, porque Fellini era un hombre atento a las expresiones culturales de todos lados, e introdujo un mambo en La dolce vita, creo que fue Patricia, y de regreso el mambo tuvo una expansión extraordinaria. Esa es una forma de comercialización. Yo no estoy en contra, estoy contra la música comercial que se hace para ser vendida. Pero la comercialización de la música se ha de hacer de todas maneras, es tan importante como imprimir los libros y tratar de que se lean.

JON: Y el futuro de la música del Caribe, ¿tú cómo lo ves?

GGM: Eso es imprevisible, pero lo que hay que tratar a toda costa es de que mantenga su espontaneidad. En el momento en que se quiere sistematizar, esa corriente cultural se pierde. En Colombia ya empiezan a tratar de crear la Academia del Vallenato, explicando de dónde viene, para dónde va, cómo debe ser, cómo debe hacerse, qué representa, qué significa en la cultura del país: están congelándolo de tal manera que va a llegar un momento en que la corriente espontánea del vallenato se va a considerar ilegítima porque no corresponde a las normas de los académicos. Yo creo que no hay que preguntarse jamás en el arte en general para donde va. Hay que hacerlo como uno siente, como siente que debe ser. Con la música culta es parecido. Oí una vez hace cuarenta años, a un profesor de piano protestar contra la manera de enseñar porque el piano debe estar en la casa para que los niños jueguen con él Yo creo que la enseñanza de la música debe estar coexistir con uno y que uno la vaya encontrando sin saber de quién es ni cómo es. Fue lo que hice yo siempre con la música culta. Yo tenía oportunidad de oírla en la Biblioteca Nacional de Bogotá, cuando estaba en la Universidad, porque me iba a leer allá y oía música, pero pasaron muchos años antes de que yo supiera que lo que más oía ahí era el concierto de violín de Mendelssohn. Ahora sé que era Álvaro Mutis, a quien yo no conocía, el que pedía que se tocara, y estaba estudiando al lado mío.

Cuando llegué a Barcelona, yo había oído prácticamente toda la música que me gustaba, que me interesaba, pero no tenía ninguna estructura. Necesitaba darle un poco de orden a esos conocimientos. No podía preguntarle a ningún maestro qué hacer. El orden alfabético es un problema porque mientras oigo todo Bach se me va el resto de la vida. Entonces se me ocurrió una cosa que no sé si se le había ocurrido a alguien antes que fue tomarlo por instrumentos. Me pregunté cuál es el instrumento que más me gusta a mí, y es el chelo, y entonces empecé con el chelo a través de la historia de la música hasta Bartok, y después el piano, y después el violín. Era como tender alambres donde fui colgando las cosas que sabía de música, algo así: es que estoy totalmente contra la Academia, le tengo terror a la Academia, tanto para crear como para aprender.

JON: En Cuba funciona de otro modo.

GGM: La música es la expresión nacional más importante de la identidad de los cubanos. Es decir, los cubanos tienen la vocación y la actitud, eso es importantísimo, porque eso ha determinado, primero, que el país vive en música y en toda clase de música y, al mismo tiempo, ha creado los sistemas de enseñanza. En Cuba se hace música, se canta la música, se baila la música, se vive con la música, se enseña la música, se hacen los músicos. Yo creo que en pocos países del mundo tienen esas actitudes para la música y además es un factor de unidad nacional muy importante, de unificación, porque es de negros, blancos, indios. Todo lo que llega aquí queda prisionero de la música, por fortuna, y es el origen de todos los aires de música del Caribe que están tomando los Estados Unidos: Cuba, México, Brasil y ahora Colombia.

JON: ¿Tiene Venezuela alguna cosa que te interese musicalmente?

GGM: Los venezolanos tienen también una identidad nacional muy fuerte y su música está muy vinculada a esa identidad. A todos los niveles tocan el cuatro, que es el instrumento más popular en Venezuela, y creo que ya casi no queda nada así de popular fuera de Venezuela. El un orgullo del presidente de la República saber tocar el cuatro. Ellos conservan mucho la música llanera, que en un determinado sector es común con Colombia. Es muy curioso porque el arpa es un instrumento que valdría la pena rastrearlo en la América Latina, porque queda en determinados lugares. Está en Veracruz y sólo en Veracruz. Está en los llanos, tanto venezolanos como colombianos, y está en el Paraguay. Los españoles hicieron muchas burradas, pero por fortuna no eso que te contaron de que prohibían a los indígenas los instrumentos europeos, y por eso los redujeron, para tocarlos clandestinamente... Hicieron muchísimas burradas, por supuesto, pero esa no la hicieron. Pero es muy curioso lo del arpa porque está en Veracruz y no está en Yucatán, está en el Paraguay y no está en Chile o en la Argentina: en Colombia y Venezuela está solamente en los llanos cruzados por una frontera.

JON: ¿Qué diferencia a la cumbia del vallenato?

GGM: No tienen nada que ver: la cumbia es una música de origen africano, no del África sino de los africanos, de los esclavos, y es fundamentalmente ritual Se baila con unas velas, tienen instrumentos propios, la caña de millo, la gaita tambor y es totalmente africana. El vallenato es un romance cantado, acompañado por un acordeón que es un misterio, porque se dice que es un instrumento totalmente extraño a la cultura colombiana. Eso lo dicen los que no conocen el Caribe porque el acordeón, en realidad, viene de Holanda, viene de las colonias, de las islas del Caribe. Yo creo que entró por los barcos, pero principalmente por Curazao y Aruba, por las colonias holandesas.

JON: ¿Tu vallenato preferido?

GGM: Probablemente La gota fría, y las mejores interpretaciones son las del mismo Emiliano Zuleta.

JON: No hemos hablado de la Nueva Trova, ¿qué piensas de su literatura, de su música?

GGM: Creo que es una muy buena síntesis de música y literatura, y además en un momento en que esa expresión era necesaria y útil social y políticamente. Creo que salieron ejemplos estupendos de eso. Fue un fenómeno social importante.

JON: ¿Por qué se pega tanto una cumbia, un vallenato o un chachachá? ¿Por lo que cuentan o por su melodía?

GGM: Se pegan fundamentalmente por su melodía, la trampa consiste en que por la melodía se queda el mensaje, digo el mensaje por decirlo de alguna manera, pero se pega por la melodía. Una odisea simplemente hablada se olvidaría, pero con la melodía se queda y se repite, se transmite y ojalá se eternice. El caso de Juan Luis Guerra con los merengues es un buen ejemplo porque tiene un sentido social legítimo. A mí me 

preocupa mucho cuando todas las expresiones populares tienen una función demagógica, demagógica populista, politiquera. Pero en el caso de Juan Luis Guerra es una expresión muy legítima, yo soy un gran admirador de Juan Luis y creo que tiene cosas estupendas, como Rubén Blades, sobre todo en sus primeros momentos

MV: ¿Y de México?

GGM: Existe un casete (creo que lo tiene Carlos Fuentes) que para los fetichistas podía ser muy interesante: es un lado completo de canciones de la Revolución, corridos de la Revolución mexicana cantados por Carlos Fuentes y por mí. Y del otro lado, tangos cantados por Julio Cortázar. Yo sé que existe, no sé dónde está ni la he oído después, pero existe y recuerdo exactamente la noche que la grabamos y cómo lo hicimos. Carlos asegura que la tiene e incluso muchas veces ha dicho que "el día que nadie vaya a comprar nuestros libros, hacemos discos, un compacto de ese casete y quedamos resueltos".

JON: ¿Y nos permitirías utilizarla si nos la deja Carlos?

GGM: Yo espero que Carlos no la deje.

Invenciones europeas

MV: ¿Qué valor le encuentras a la música comprometida desde la Revolución cubana?

GGM: Mira, eso del arte comprometido es una invención europea, es académica completamente. Todo arte popular auténtico lleva por supuesto un compromiso y hasta ahí es válido. Lo malo es cuando se trata de utilizar la música como un fusil porque siempre sale mal, ni dispara ni sirve para bailar. Y eso sucede no solo con la música, también con la literatura, es decir, yo tengo la pretensión de haber expresado una realidad con la que me identifico totalmente, que es la del Caribe, sin dar la impresión de estar haciendo propaganda política ni tratando de hacer la revolución, aunque sí creo que es una contribución al progreso de América Latina.

MV: ¿Cuál es la obra tuya que tiene más relación con una música en concreto o con alguna historia que has escuchado en una canción?

GGM: Cien años de soledad está escrita en el mismo procedimiento de los vallenatos, es decir, conocer casos reales de la vida real y trasponerlos poéticamente en una novela, como creo que el sentimiento que inspira El amor en los tiempos del cólera es más el del bolero.

JON: Y volviendo al corazón, a ‘El amor en los tiempos de cólera’ o ‘Del amor y otros demonios’, ¿tienes la impresión de que el amor es el eje de tu creación?

GGM: No, el eje de mi creación, no; es el eje de mi vida, el eje de la vida de todo el mundo, aun para los que no son conscientes de eso: el amor lo es todo, el amor está en todas partes, sin el amor no se puede hacer nada. El odio es amor en cierta manera, es lo contrario del amor, lo cual quiere decir que sin el amor no puede existir el odio, no tendría el punto de referencia fundamental. Todo lo que realmente puede conmover en el arte tiene que estar basado en el amor.

JON: ¿Qué género musical transmite mejor esas sensaciones amorosas?

GGM: Creo que un poco todos, pero la esencia es el bolero, el bolero son gotas de amor, gotas concentradas, y la prueba es que es muy difícil encontrar boleros que ocurran de día. siempre los episodios que dan origen a los boleros o que se recuerdan o evocan son de noche. Y fíjate que el mar es un elemento especialísimo en el bolero. Y con el mar, la luna y con la luna, las palmeras y toda la artillería de la cursilería de algunas telenovelas: en el bolero, o están sintetizadas de tal manera que jamás lograrán conmover más en la poesía, ni en el resto de la literatura, ni en el cine, ni en el teatro como conmueven en un solo bolero. Los boleros se quedan, los boleros se quedan por el resto de la vida, fíjate, el bolero no pasa de moda, tiene picos, pero no pasa nunca de moda. Y los mejores no son los más famosos, de verdad.

JON: Háblanos de las adaptaciones de tu obra al cine

GGM: La dificultad está precisamente en la naturaleza de las dos artes. La literatura está hecha de palabras, y el cine de imágenes, y en ese sentido la ventaja del cine sobre la novela está en contra del cine mismo La novela deja un margen de creación para el lector, puede imaginarse los personajes como quiere y generalmente lo que hace es reconocer en el personaje a alguien que conoce y ve la cara del tío, la cara del abuelito, la cara de una amiga y sigue disfrutando de la obra como si estuviera conviviendo con ella. En el une. la imagen es tan impositiva que no permite atribuirle ninguna cara y al espectador no le queda ni el mínimo margen de creación. Es lo que está visto ahí. El gran engaño que hay entre muchos directores amigos que leen mis libros es que esto ya está hecho cine, no hay sino que filmarlo. Los buenos, que son los más, se dan cuenta de que no son si no palabras, un trabajo de hipnosis en el que el autor les hace creer lo que quiere. En cambio, en el cine tiene que verlo, y lo ve con una gran precisión y está totalmente prisionero de la imagen, esa es la distancia que hay.

El ideal en el futuro es que el director saldrá a contar con la cámara la historia que quiere contar, como nosotros la contamos con la máquina de escribir o con la computadora. Pero todavía no tiene esa independencia porque es un arte muy joven, apenas cumple cien años el año entrante, contra dos mil, tres mil, cuatro mil, diez mil años de literatura y de poesía que hay detrás. Mientras no pueda hacer eso, escribir con su cámara sin pasar por el papel, será un arte dependiente de la literatura, del teatro. Las películas normalmente tienen la media de hora y media, que es la duración del teatro. Cuando llegó la hora de hacer largometrajes, el punto de referencia de la duración de un drama era el teatro y el teatro duraba una hora y media.

JON: ¿Y tú cómo enfocarías un documental sobre el Caribe?

GGM: Sería algo tan elemental como permitirle a un espectador vivir lo que está viendo. El documental es eso: contar una cosa como si uno hubiera estado ahí.

JON: ¿Nunca has soñado con ser productor musical?

GGM: Si, fíjate tú que estaba pensando el otro día que sería muy bueno coger una cantidad de vallenatos antiguos, rastrearlos, encontrar la letra original y hacerlos muy puros porque la letra se va desfigurando, por supuesto. Sería muy curioso, llamaría mucho la atención, aunque yo estoy de parte de la evolución, como sucede con los idiomas. Siempre dicen que en Colombia se habla un castellano muy puro, pero yo creo que un idioma puro es el peor de todos, está congelado. Los buenos son los impuros, los que están renovándose y empujando la lengua. En ese sentido, e1 mexicano es el castellano más rico, porque a los mejicanos se les olvidó el náhuatl, no aprendieron por completo el castellano y han hecho una tercera lengua, que es la de Juan Rulfo. Rulfo parece castellano antiguo y es una lengua mestiza, muy bella, muy expresiva: hay que conservar, recordar, o no, no consonar, porque eso de consonar me recuerda siempre la nevera: hay que recordar las canciones originales, pero dejar que la música evolucione.

La magia del realismo

JO: ¿Por qué comprendemos tan mal el realismo mágico?

GGM: Porque lo llaman mágico, pero para nosotros es realismo simplemente, sin adjetivo. Los europeos y particularmente los franceses. y particularmente los cartesianos franceses, han creado unos márgenes para la realidad tan estrechos que lo que no cabe dentro de eso, no lo creen, consideran que es totalmente inverosímil, que no es posible y, aun cuando lo están viendo, les queda al menos la sospecha de que no es así, al menos la duda de que eso no es la realidad. Les han dado un cuadro dentro del cual meter la realidad y la realidad que no cabe dentro de esos cuadros, no existe. Pero la vida allá y acá es la misma: lo que pasa es que nosotros no tenemos cuadritos donde meterla, sino que la tomamos como viene y a los europeos les parece fantástico, les parece inverosímil y lo llaman realismo mágico, pero es la realidad misma. A ellos les han enseñado que la realidad es de aquí para acá y de aquí para adelante ya no hay nada; para nosotros no existen límites de la realidad y particularmente en el Caribe, que es lo menos cartesiano que puede haber en este mundo, creemos que la realidad va muchísimo más allá de las fronteras que le han puesto los europeos, el realismo europeo.

 JON: ¿No es una invención tuya el realismo mágico?

GGM: El realismo mágico es una invención de la vida en la América Latina y en el resto del mundo salvo, salvo... para una gran mayoría de los europeos.

 JON: Cuando paseo por La Habana me recuerda un poco a Macondo, ¿es una premonición, es una coincidencia histórica?

GGM: No, Macondo no es un lugar geográfico, Macondo es un estado de ánimo, es el estado de ánimo en que se vive en el Caribe. Mira, una señora de un pueblo leyó Cien años de soledad y me dijo: “Pero, hijo, ¿por qué no hablaste conmigo antes? Yo te hubiera indicado muchas más cosas, si te quedaste corto: la próxima vez habla conmigo". Los chóferes de carro de taxis me dicen te faltó esto, te faltó esto otro, en mi casa hubo esto y esto otro.

Cuando publiqué Cien años de soledad empezaron a aparecer hombres con cola de cerdo. Resulta que hay muchas más personas de las que uno se imagina que tienen una prolongación que no sé si es de hueso, y uno de ellos se presentó al periódico y dio una explicación que era muy válida. Él nunca lo había dicho porque le parecía que eso era vergonzoso, pero en vista de que en Cien años de soledad se dice, y todo el mundo lo ha tomado con tanta naturalidad, él lo contaba y empezaron a aparecer gentes que tenían cosas que querían llamar cola de cerdo porque se llamaba así en Cien años de soledad. Y lo mismo con el río de la Ciénaga Grande, muy cerca de Santa Marta, en Colombia, cuando yo subía en una canoa que iba constelada de mariposas amarillas: lo sé porque así era cuando yo era chiquito, conozco esos ríos y recuerdo que andábamos por las márgenes apartando mariposas amarillas. Por eso lo puse en el libro. Pues el boga que llevaba esta canoa aseguraba que esas mariposas no existieron si no después de Cien años de soledad: no las ven, no las ven, las niegan.

JON: A ciertos cartesianos les choca mucho la relación entre la pobreza endémica de estos pueblos y su riqueza cultural, ¿esa tensión interna es producto de una cultura de mestizaje?

GGM: La riqueza del mestizaje es sumamente importante porque aporta muchas más corrientes culturales y vivimos más cerca de nuestra cultura popular. Convivimos con ella todos los días, creemos en los fantasmas, creemos que los muertos salen, creemos una cantidad de cosas que yo creo que son reales y que la razón las niega. Los racionalistas tienen la tendencia a limitar el mundo a un espacio muy pequeño y nosotros nos lanzamos por la calle del medio en las creencias, estamos dispuestos a aceptar lo que sea como cierto. Nosotros vemos que eso existe, para nosotros es perfectamente natural asomarnos a la ventana y ver que hay un unicornio. Yo no me sorprendería de encontrar un unicornio en el jardín. O una gallina del tamaño de una vaca. ¿Por qué les sorprenden tanto estas cosas a los europeos, si nosotros encontramos esto por todas partes? Es nuestra vida cotidiana. Pregúntale a los niños que todavía no han pasado por la escuela para aprender qué se puede creer y qué no se puede creer. Pero no solo los de aquí, los de todas partes. A mí me preguntaron el otro día por qué no escribía libros para niños, pero es que todos mis libros son para niños. Lo que pasa es que los adultos no dejan que los lean. Los niños sí saben cuál es la verdad, a los que no les han dicho para acá hay que creer y de aquí para acá, no. Los niños creen todo. No creen todo: ven todo.

 

OPINIONES CONTUNDENTES

 “Soy gran admirador de Juan Luis Guerra, es realmente un gran músico que ha incorporado una serie de elementos de otros, por ejemplo, tiene muchos elementos del jazz, tiene muchos elementos de la salsa, de la música tradicional del Caribe. Pero lo que es estupendo en él es la resurrección del merengue dominicano, es en lo que es más grande, además porque es un verdadero poeta, de un lirismo que tiene la grandeza de cualquier gran poeta y si además de eso lo sabe cantar como lo canta, y lo sabe instrumentar como lo instrumenta, es un gran creador completo y ya ha tenido la respuesta que merece porque moviliza a las masas de una forma que muchos políticos quisieran para ellos".

"Pedro Navaja es una obra maestra y eso quedará existiendo siempre. Rubén Blades moviliza grandes masas como cantante y como compositor, y moviliza más con su música que con sus discursos políticos porque su música dice exactamente lo que siente y lo que piensa. Pedro Navaja es el poema del emigrante, el poema de la soledad del latino en los barrios de Nueva York: es tan verdadero poema que casi lo despojo de música".

El unicornio de Silvio Rodríguez a mí me parece preciosa. y eso, seguramente en Europa, lo consideran realismo mágico, que haya un unicornio en el jardín, un unicornio azul, además. Pero es un elemento que él trae de las más viejas culturas remotas de aquí, y que se adapta perfectamente a la realidad del Caribe”.

"De toda la música de Celia Cruz no se han fijado mucho en la excelente interpretación que hace ella de la Guajira Guantanamera. Cuando la oigas, la vas a oír distinto porque hay ciertas piezas que uno no las oye ya por demasiado conocidas, y tiene que detenerse a oírlas. La Guajira Guantanamera cantada por Celia es una cosa muy especial"

“En una noche melancólica y triste, escucharía Una noche serena y oscura, una canción popular mexicana preciosa. La usan además como prueba de los conjuntos, todo gran conjunto que surge se prueba con Una noche serena y oscura, como en el vallenato a todo cantante que surge lo prueban con la canción con que Francisco el hombre le ganó al diablo". TL

 

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